Hola a tod@s.
La vida se renueva. Las nuevas generaciones llenan ya cada rincón del Terruño. Basta con darse un paseo por el campo una mañana temprano para ver que la vida sigue sus imperativos vitales.
Los pollos son ahora los protagonistas, la nueva sangre que viene a enriquecer la vida en la campiña. El pollo de Mochuelo está echo ya todo un mozalbete. A las puertas del viejo orificio, situado en el centenario olivo, no deja de otear cuanto ocurre en sus dominios, bueno mejor dicho, en los dominios de sus padres, que de cuando en cuando se dejan caer por allí para aportarle algún que otro insecto o algún despistado ratoncillo que vino a sucumbir en sus experimentadas garras.
Aves estivales, que precisamente vienen cada primavera a nuestra península, siguiendo ese sagrado imperativo que es el de reproducirse, para seguir dando continuidad a su especie, también han hecho ya sus deberes. Aves aguerridas y belicosas como los alcaudones comunes, están últimamente dedicados a enseñar a sus pollos los secretos de la caza, y en este caso uno de sus más precoces descendientes, observa ya, desde la vieja alambrada, las lecciones que sus solícitos padres le imparten cada día...
En las cercanías de la majestuosa Iglesia, una nueva estirpe de Cernícalos primillas ya dan vida a los campos aledaños. En sus primeros vuelos, abandonan las cercanías del antiguo y protector edificio, para hacer sus primeras incursiones en plena naturaleza. Estos días son fáciles de observar, posados en rocas y arboles cerca del pueblo. Aún no están muy luchos en las técnicas de vuelo y suelen detenerse de cuando en cuando, exhaustos tras sus primeras singladuras aéreas.
Los fringílidos que son más tempraneros a la hora de anidar, suelen criar hasta dos veces por temporada. Jilgueros, Pardillos, o como en este caso, Verderones, ya han sacado una segunda generación de pollos que inundan por doquier todos y cada uno de nuestros biotopos. A veces aún no han abandonado del todo parte de ese plumoncillo que los caracteriza, aunque ya van ofreciéndonos destellos de lo que será su nueva y hermosísima librea.
Durante las calurosas noches del estío, los padres multiplican su trabajo. Hay que cebar a los polluelos y aves como los bonitos y beneficiosos chotacabras, no dejan de dar pasada tras pasada, con sus enormes bocas abiertas, para intentar capturar el máximo de insectos posibles que vengan a calmar el voraz apetito de sus hijos. Curro, curro y más curro.....
El calor aprieta, estamos casi a mediados de julio y las temperaturas se disparan. Las bandadas de estorninos negros se acercan cada tarde a beber y ha darse un baño, a las orillas de la charca que casi, casi ha sucumbido al azote implacable del sol. Entre ellos la nueva generación se deja ver, los pollos aprenden del comportamiento de sus mayores y los siguen a donde quiera que vayan, es hora de calmar sus resecas gargantas.
Pero no solo las aves cumplen con el deber de la procreación, anfibios como los bonitos sapillos moteados, hace tiempo que abandonaron su estado de renacuajo para engrosar la lista de las nuevas generaciones que en este caso se dejarán sentir mayoritariamente cerca de nuestras zonas húmedas, en un coro que se ha convertido ya en la banda sonora de las noches de verano en la península ibérica.
La vida continua en el terruño, perpetuarse o morir. Una de los verdaderos acicates que soportan el bienestar de una comunidad animal, es que todos los eslabones de la cadena alimenticia, estén en su justa medida. Uno de esos eslabones es el de los animales que son presa, que se encargan de transformar la hierba en carne, que más tarde servirá de alimento a los depredadores. Entre ellos aquí en el terruño, una pieza clave es el conejo. La rica población de este simpático lagomorfo, da una riqueza al ecosistema que lo alberga, incalculable. Los nuevos gazapos desde la puerta misma de sus uras nos confirman que un año más, mi querido Terruño gozará de la riqueza ambiental que se merece.
Como os decía al principio de la entrada la vida se renueva. Los animales se encargan de aportar esa "Sangre nueva" que viene a asegurarnos la continuidad de una riqueza faunística y ambiental que nuestros campos DEBEN de poseer y que nos hace a nosotros también mucho más ricos de espíritu. Unas nuevas generaciones que vendrán a deleitarnos solo con su mera contemplación y que tenemos la sagrada obligación de cuidar y proteger.
Debemos inculcar estos valores precisamente a nuestras nuevas generaciones, a nuestros hijos, a esa "sangre nueva" que será la encargada de seguir con esta obligación en un futuro. Por ello me gustaría dedicar este post a mi hijo pequeño Jaime, que el sábado pasado cumplió seis añitos y que al igual que su hermano ya son parte de ese relevo generacional que es tan importante. Poco a poco va sintiendo ya ese gusanillo de la fotografía que espero que algún día cuaje en él, por que sin duda este ambiente nuestro de cámaras y objetivos es una gran herramienta cuando se utiliza adecuadamente,para hacer apología de ese hermoso, fascinante y delicado mundo que nos sustenta.
Gracias hijo por venir a traer "Sangre nueva" a este mundillo.
Te quiero.