Hola a tod@s.
Muchas son sin duda, las horas que suelo pasar pateando el campo con los prismáticos al cuello y ojo avizor, a la espera de localizar nuevos posaderos, o sitios querenciosos para las aves lo que se ha dado en llamar ; hacer el trabajo de campo.
Aquí no suelo dejar nada al azar, preparo el sitio, coloco los atrezos, posaderos y demás, elijo cuidadosamente los fondos, en fin intento tenerlo todo bajo control. Sin embargo la naturaleza no deja de sorprenderme cada día.
Hoy voy a contaros uno de los casos más asombrosos de cuantos me han sucedido a lo largo de los años que llevo en este mundillo de la fotografía de naturaleza; el caso de la garcilla carroñera.
De todos es sabido que aparte de los animales necrófagos que en su mayoría son nuestros buitres, también existen animales que sobretodo en períodos de escasez, se tornan de costumbres carroñeras. Gran numero de nuestras rapaces ibéricas también se alimentan de carroña si seda esa situación y máxime en inviernos duros donde las presas suelen ser mucho más escasas.
Nadie se extraña de ver fotografías de águilas de gran porte alimentándose de animales muertos, de hecho muchos utilizamos estos cebos para atraerlas hasta el punto escogido donde queremos fotografiarlas. Realizando uno de estos trabajos para cebar mi comedero de rapaces, me di cuenta que la carne desaparecía con demasiada rapidez. Decidí meterme en el hide y ver que es lo que estaba ocurriendo.
Fue una mañana nublada, con poca luz, acababa de salir el sol pero permanecía oculto tras un manto de nubes grises. De repente escuche un sonido y la vi llegar, se trataba de una Garcilla Bueyera. Todos sabemos lo ubicuas que son estas garcillas que siempre están merodeando por la campiña, aprovechándose de su oportunismo para pillar cualquier animalillo que le sirva de sustento.
Se posó cerca del cebo, más de 20 kilos de suculenta carne que había depositado con la esperanza de que bajase el Milano negro o tal vez el señor Ratonero. Al principio se dedicó a usmear entre la hierba y consiguió pillar algún insecto. Tras permanecer unos minutos acicalándose y con toda la tranquilidad del mundo, se dirigió hacia la carnaza y empezó a engullirla como si le fuese la vida en ello, yo no daba crédito a lo que estaba viendo, a pocos metros de mi, una Garcilla Bueyera devoraba carne como si del mismísimo buitre leonado se tratase. Eran tan grandes los pedazos que intentaba meterse que en alguna ocasión se le atravesaron en el gaznate y estuvo apunto de asfixiarse.
Jamás vi nada igual, desconocía primero, que estas aves tuviesen hábitos carroñeros y segundo su tremenda capacidad para engullir tan enormes pedazos de carne. Aún sigo preguntándome como lo hacía. Durante los días siguientes no faltaba a su cita con tan suculento manjar, comía cuanto podía y se marchaba por donde había venido, así estuvo al menos una semana hasta que de un día para otro dejo de venir y hasta la fecha.
No se que le ocurriría si moriría o que simplemente decidió no ir más por allí pero desde luego yo aun estoy perplejo por cuanto pude observar oculto en mi hide a la espera de aves de más alcurnia.
Pude hacerle muchas fotos de las cuales he escogido estas del primer día que aunque tienen peor luz reflejan mejor lo que viví en ese momento.
Por muchas horas de campo que uno tenga, por muchas situaciones que uno haya vivido y por mucha experiencia que uno posea, lo que está claro es que la naturaleza posee una capacidad tan impresionante para sorprendernos que quizás sea lo que le de ese toque tan mágico y lo que la haga tan hermosa y tan sobrecogedora.
Me gustaría dedicar esta entrada a mi buen amigo Rafa Gómez que ayer cumplió años. Felicidades niño y recuperate cuanto antes. Un abrazo figura.
Me gustaría dedicar esta entrada a mi buen amigo Rafa Gómez que ayer cumplió años. Felicidades niño y recuperate cuanto antes. Un abrazo figura.