Buena gente

viernes, 28 de abril de 2017

Rapaces bautas



Hola a tod@s.
Amanece en los campos de Castilla. El leve viento del alba hace girar los modernos molinos eólicos que despuntan en dirección a Mecerreyes. Desde el alto páramo de Quintanilla del agua, se pueden observar las Mamblas, poderosos centinelas montañosos de aquel hermoso lugar. Las hordas de buitres leonados que han pasado la noche en Ura, se dirigen hacia el muladar en cuanto la tierra comienza a calentarse.
Allí donde predominan los grandes espacios abiertos de la paramera , sobreviven pequeños bosquetes de pinos, robles, encinas y viejos ejemplares de sabinas, cual si fueran auténticas islas forestales. En uno de ellos, la pareja de calzadas ha establecido su hogar. Recién llegadas de África, ruidosas y vocingleras no dejan de advertir a todo el mundo que allí mandan ellas. Sin embargo no son las únicas dueñas de aquel paraíso forestal. Desde lo más profundo del bosque, unos ojos del color del fuego ,taladran la floresta siempre atentos a todo cuanto acontece en sus dominios. Lola, una vieja y hermosísima hembra de azor, con su espectacular traje de rayas y sus garras de acero, que seguramente habrán dado muerte ya a tantos cientos de presas, también se siente dueña de aquel pequeño territorio. Formidable pirata de la espesura, ella reina allí donde no entran las alas del águila Calzada, en lo más profundo e intrincado del bosque.
Jamás olvidaré esos ojos de fuego cuando se cruzaron con los míos. Jamás olvidaré aquel encuentro furtivo con Lola, el azor, el pirata de la espesura, el alma y el espíritu de los últimos bosques españoles.


Otra de las reinas del monte bauto; el Águila Calzada. Cazadora implacable, no cesa en su búsqueda diaria de proteínas. Comer y no ser comido, son las reglas que la naturaleza impone a todas sus criaturas. Pero no solo basta con capturar a la presa, también hay que saber defenderla. Merodea el azor por la floresta y la calzada lo sabe. Se eriza, se encresta, protege su carne. La vida en el bosque es difícil, una constante batalla por la supervivencia. Pero la calzada se mantiene en sus trece, lucha por su botín. Suyo fue el lance y nadie podrá arrebatarselo. Situaciones maravillosas que ocurren cada día, en lo más profundo de nuestros bosques, y que no todo el mundo tiene la suerte de poder contemplar.

Unas criaturas fascinantes que tuve la suerte de disfrutar gracias al trabajo de mi gran amigo Manuel Mata Hurtado, artífice de estas fotografías y pirata de la espesura él también, a su manera. Para él va dedicada esta entrada. Para darle las gracias por su generosidad. 

Experiencias que permanecerán ya imborrables en mi vida, y que no hacen más que acrecentar, si cabe, mi pasión por todo lo natural. 

Saludos y que la naturaleza os guíe.


Azor (Accipiter gentilis)
  


Águila Calzada (Hieraetus pennatus)



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